
Siguiendo la senda iniciada por el hiperrealismo extremo de Ron Mueck, el artista australiano Sam Jinks propone en esta escultura una versión actual del concepto de pietà, frecuente en el arte religioso. Impactante y emotivo este canto a la decrepitud que hace más evidente la inexorabilidad del paso del tiempo. Su aterradora realidad invita a la reflexión sobre la condición humana.

Detalle
4 comentarios:
¡Hijo puta, el tiempo! (con perdón).
Preciosas sus esculturas. El cuerpo humano, siempre tan misterioso.
Cierto, cierto.
¡Qué superfuerte!
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